Tengo ganas de ver Celda 211, la nueva película de Daniel Monzón. He de reconocer que no soy imparcial y que el director me tiene ganado. Me gusta su forma de entender el cine. Esa pasión que le lleva cual saltimbanqui a pasar de un género a otro sin ningún tipo de complejo. No importa que El corazón del guerrero (1999) me resultara aburrida; que me divirtiera como un enano con El robo más grande jamás contado (2002); o que La caja Novak (2007) fuera tan irregular como fascinante por momentos. Monzón sabe contagiar a sus cintas de su amor por el séptimo arte y eso como espectador se nota. Y se agradece.
Celda 211 también me tiene ganado porque soy fan fatal de las películas carcelarias. Imagino que algo tiene que ver que cuando el vhs llegó a mi casa, La fuga de Alcatraz, Brubaker y McVicar (Roger Daltrey mediante) fueran de las primeras cintas alquiladas. O que cada cierto tiempo, revise películas que me encantan, como ocurrió este fin de semana con Sin remisión (John Cromwell, 1950), un estupendo film con una incontestable Eleanor Parker (su interpretación debería ser asignatura obligatoria en las escuelas de actores para que aprendieran como puede virar y mutar un personaje sin histrionismos ni caricaturas, sólo dejándose llevar por la trama narrativa) y una expresiva y deliciosa fotografía en blanco y negro a cargo de Carl E. Guthrie. Caged (que es su título original) cuenta el encarcelamiento de una mujer inocente y cómo se va transformando a medida que entra en contacto con otras reclusas. Un argumento que sirve de excusa al director para denunciar la situación de las penitenciarias y los abusos que allí se cometen. Una película tan dura como fascinante.
Sin embargo, dudo que Monzón la haya tomado como referencia a la hora de rodar Celda 211. Más bien, tendría en mente la ya mencionada Brubaker o la primera y tercera temporada de Prison Break. La película, que cuenta con Luis Tosar, Carlos Bardem, Antonio Resines y Marta Etura, entre otros, en el reparto, está basada en una novela de Francisco Pérez Gandul (editada por Lengua de Trapo) y cuenta la historia de un joven funcionario de prisiones que se ve sorprendido por un motín en la cárcel y deberá hacerse pasar por un preso más para sobrevivir.
Promete, pues, una buena dosis de adrenalina.
lunes, 23 de febrero de 2009
Tutti frutti.
Descubrí a Little Richard siendo un mocoso gracias a una destartalada colección de discos de mis hermanos mayores. Aquellos vinilos me caían antipáticos porque no tenían funda ni ninguna información (al margen de grupos y canciones) sobre lo que contenía. Creo que eran ejemplares sueltos de La Gran Enciclopedia del Rock de Salvat. Pero todos mis prejuicios se esfumaban cuando en el pequeño tocadiscos naranja de mi hermana (en el que ella pinchaba maxis de estribillos contagiosos) los hacía girar. Así, conocí a Sam Cooke, Buddy Holly, Carl Perkins, The Platters, Paul Anka, Fats Domino, Jerry Lee Lewis,... en un aprendizaje tan desordenado y fragmentado como el que ofrece ahora internet.
De todos ellos, me fascinó Little Richard. Su música, su historia que fui conociendo a retazos, su look, ... Siempre he pensado que él fue el precursor del glam. Y siendo negro, eso tenía doble mérito. Sin embargo, su figura ha sido muy pocas veces reivindicada. Sobre todo, su lado artístico. La mayoría de las veces que surge su nombre, en algún reportaje, es para exponer mil y una anécdotas sobre sus escándalos, encima y fuera de los escenarios. Pero de sus aptitudes vocales, rítmicas y de su labor de showman, poco se cuenta.
Ahora ese vacío (da vértigo imaginar cuantos nos quedan por cubrir) desaparece gracias a la primera referencia editorial del sello Penniman Records, Oooh My Soul!!! La Explosiva Historia de Little Richard firmada por Charles White. Una estupenda manera de adentrarse en su convulsa vida personal, pero sin dejar a un lado su legado artístico.
Otro más para la lista de espera.
De todos ellos, me fascinó Little Richard. Su música, su historia que fui conociendo a retazos, su look, ... Siempre he pensado que él fue el precursor del glam. Y siendo negro, eso tenía doble mérito. Sin embargo, su figura ha sido muy pocas veces reivindicada. Sobre todo, su lado artístico. La mayoría de las veces que surge su nombre, en algún reportaje, es para exponer mil y una anécdotas sobre sus escándalos, encima y fuera de los escenarios. Pero de sus aptitudes vocales, rítmicas y de su labor de showman, poco se cuenta.
Ahora ese vacío (da vértigo imaginar cuantos nos quedan por cubrir) desaparece gracias a la primera referencia editorial del sello Penniman Records, Oooh My Soul!!! La Explosiva Historia de Little Richard firmada por Charles White. Una estupenda manera de adentrarse en su convulsa vida personal, pero sin dejar a un lado su legado artístico.
Otro más para la lista de espera.
jueves, 19 de febrero de 2009
Entrevista: Federico Veiroj.
Federico Veiroj debutó en el mundo del largo con Acné. Una coproducción a cuatro bandas (Uruguay, México, España, Argentina) que narra el despertar amoroso (el sexual lo supera a los escasos minutos de metraje) de un chico de 13 años, con la cara llena de granos y un mundo (familiar y de amistades) a su alrededor que se desmorona. Todo ello con una sensibilidad (que no sensiblería) y una cercanía que resulta imposible no querer vivir entre sus fotogramas. Aunque sea como simple voyeur.
El precedente más inmediato de Acné lo encontramos en tu corto Bregman, el siguiente (2004), donde ya aparecía el personaje de Rafa, ese muchacho desgarbado, torpe con las chicas y con el rostro lleno de acné. Cuando hiciste el corto, ¿tenías pensado que algún día te gustaría tener más metraje para contar una historia más larga sobre ese chico? ¿Por qué elegiste esta historia para tu debut en el largometraje?
Cuando hice el corto, aún no sabía que quería hacer Acné, sin embargo en mi cabeza ya estaba hacía tiempo la idea de hacer un guión sobre el "proceso acneico" de un personaje. Elegí contar esta historia porque sentí que tenía claro lo que quería con ella, me sentía seguro y cómodo con ella, y obviamente, me encantaba.
La película podría, si uno leyera sólo su sinopsis, adscribirse a las comedias actuales de Apatow. Sin embargo, al ver la película, uno tiene la sensación de estar más cerca del universo narrativo de, por ejemplo, Aki Kaurismaki o el primer Truffaut.
Me gusta Apatow y me gustan mucho Kaurismaki y Truffaut. Creo que los universos narrativos y la estética de las películas tiene que ver con la personalidad de cada director. Aparte de Kaurismaki y Truffaut, hay otros directores que trabajan con adolescencia, austeridad o sencillez de recursos. Me parece que sería injusto atribuirles a ellos estas características solamente por ser más conocidos.
¿Qué referentes (cinematográficos, musicales, literarios,...) tuviste a la hora de abordar la película? ¿Quisiste ver films de temática parecida?
¿Qué referentes (cinematográficos, musicales, literarios,...) tuviste a la hora de abordar la película? ¿Quisiste ver films de temática parecida?
En literatura: El lamento de Portnoy de Philip Roth. En cine: Mes petites amoureses, de Jean Eustache / Portrait d'une jeune fille de la fin des années 60 à Bruxelles, de Chantal Akerman / Little fugitive, de Morris Engel / Las primeras películas de Catherine Breillat / Verano azul, la serie de TVE. Y sí, vi algunas películas de adolescentes, las hay muy buenas.
Acné parte de un planteamiento original. Lejos de querer perder la virginidad, el protagonista lo que busca es una chica a la que poder besar en los labios. ¿Siempre tuviste claro que ese era el punto de partida del film? ¿O en un principio era una película de iniciación en la adolescencia y surgió esa idea mientras redactabas el guión?
Me parece que entre la búsqueda del beso, el acné, su entorno y sus deseos, se podía dibujar la personalidad o el estado de alma de este chico que es en definitiva lo que me importaba contar de fondo.
Acné apuesta mucho por la imagen. Hay una economización de los diálogos y no utilizas música incidental para reforzar algunas escenas. ¿Fue voluntario? ¿Por algo especial?
Acné apuesta mucho por la imagen. Hay una economización de los diálogos y no utilizas música incidental para reforzar algunas escenas. ¿Fue voluntario? ¿Por algo especial?
No la precisaba narrativamente, entonces al final quedó fuera, pero lo pensé y tuve ganas de incluir más música. Sin embargo hay una inclusión del piano en 2 momentos de la película que quizás por estar aislados, tienen mucha fuerza. Al igual que cuando entra la música que escuchan en el walkman.
Una de las cosas que más resaltan de Acné es su carácter contemplativo desde el punto de vista del espectador. No tienes miedo a que los planos duren más de lo que es habitual. Una vez el plano ha transmitido su información, lo dejas un tiempo para que el espectador lo contemple y disfrute. ¿Buscabas reivindicar algo con ello en estos tiempos de prisas que nos rodean?
Una de las cosas que más resaltan de Acné es su carácter contemplativo desde el punto de vista del espectador. No tienes miedo a que los planos duren más de lo que es habitual. Una vez el plano ha transmitido su información, lo dejas un tiempo para que el espectador lo contemple y disfrute. ¿Buscabas reivindicar algo con ello en estos tiempos de prisas que nos rodean?
La verdad que no intenté reivindicar nada con la duración de los planos. Fueron los tiempos que yo sentía que se precisaban para terminar una escena, también hay cortes más abruptos (como el final). Dependía de la intención de cada escena.
También destaca la utilización del silencio como elemento narrativo. Lejos de que los personajes estén todo el rato hablando, optas por la comunicación que establece un silencio compartido. Hay una escena, al principio, en la que la familia de Rafa está en la mesa comiendo, en la que se refleja perfectamente esto que digo. ¿Cómo lo trabajaste?
En realidad esa escena particular se ensayó mucho. Se plantearon las intenciones de cada personaje en la escena, y las correspondientes acciones. Con eso fue suficiente. No tuve que decirles "ahora clima tenso". Si cada uno está en su sitio afectivo y hace lo que hay que hacer, se desprende la emoción, o sea, no fue algo que tuvo que ser actuado. Es un poco tópico decir que el silencio habla por sí mismo, sin embargo si está justificado narrativamente, se cumple el dicho.
Por algunos encuadres y la planificación de algunas escenas, da la sensación que tenías muy claro, en la cabeza, la película que querías hacer. ¿Trabajaste con un story-board? ¿El resultado final se corresponde con lo que esperabas antes de rodar?
Sí, tenía claro cómo quería filmar, algo necesario por la escasez de tiempo de rodaje. El stroyboard lo hice con el Director de Arte y con la Directora de Fotografía, no solamente por el talento que tienen y por la confianza que les tengo, sino porque me gusta compartir el proceso lo más que puedo con quienes van a ser figuras importantes del rodaje. Gonzalo Delgado (Arte) dibujó el story. Ese proceso de story (3 o 4 semanas) fue también fundamental para ahorrar tiempo en el rodaje, y poder así, tener yo más tiempo con los actores. El resultado es el que imaginaba, estoy muy conforme.
En varios momentos de la película, utilizas un recurso narrativo muy peculiar. Mantienes un primer plano de un personaje (casi siempre Rafa), mientras la acción se está desarrollando precisamente fuera de ese plano y la información le llega al espectador a través de la voz de los personajes que interactúan con él. ¿Qué buscabas con ello?
Por un lado buscaba estar cerca de la intimidad del personaje, porque sentía que cuanto más me detenía en él, más lo conocía. Y las voces en off screen que se escuchan enfatizan "lo externo" al personaje. Me parecía interesante llegar lo más cerca posible al personaje a través de esa manera de filmarlo. Aparte, estos primeros planos contrastan a otros planos generales en que lo vemos "vivir" más de lejos al chico. O sea, lo que me interesaba era poder estar lo más cerca posible del estado anímico del chico para también poder alejarme de él y poder seguir sintiéndolo próximo.
¿Centras la acción en los años 90 por alguna razón especial?
¿Centras la acción en los años 90 por alguna razón especial?
Sí, por dos motivos: El primero es porque no quería dotar de móvil ni chat al personaje. Considero que un pibe tímido como Rafa Bregman puede encontrar en esos elementos de comunicación una cercanía con su entorno, distinta a la que a mi me interesaba contar. No quería otorgarle esos elementos porque aparte hubiese tenido que investigar en cosas que no me hubiesen acercado a la sensibilidad del personaje; como por ejemplo el valor de la cantidad de contactos en el messenger para medir la popularidad de un chico.
El segundo motivo es que yo fui adolescente en los finales de los 80 y principio de los 90 y quise hacer la historia lo más próximo a mi época porque quería contarla con los elementos que conocía más de primera mano.
¿Cómo fue el proceso de selección del actor Alejandro Tocar (Rafa en Acné)? ¿Tenía alguna experiencia? ¿Trabajasteis mucho el personaje antes de rodar?
¿Cómo fue el proceso de selección del actor Alejandro Tocar (Rafa en Acné)? ¿Tenía alguna experiencia? ¿Trabajasteis mucho el personaje antes de rodar?
Alejandro no tenía experiencia previa a trabajar en Acné. El casting inicial fue bastante decisivo porque encontré en él la frescura y naturalidad que me interesaban. Luego le hice unas pruebas más, pero ya estaba convencido que era él. Trabajamos mucho ensayando escenas con varios personajes y también Alejandro ayudó como partenaire para el casting de otros personajes que iba a compartir escena con él. Desde el momento que quedamos en que lo iba a hacer él y manifestó que no le daba pudor hacer escenas con contenido sexual, se trabajó muy de cerca en todo lo relativo a la construcción del personaje y su relación con el entorno sobretodo.
El personaje de Rafa resulta muy rico y lleno de matices. Además, es de agradecer que huyas del típico friki adolescente. Rafa aprende a tocar el piano, juega al tenis, parece más maduro que algunos de los adultos que salen... ¿Fue esta una manera de alejarte de ese tipo de comedias de las que hablábamos al principio?
No lo pensé por contraste. Ese era el chico del que quería hablar, otro chico hubiese tenido otra historia. De todos modos, en general no me interesan demasiado los 'niños sabios' o aquellos personajes cerrados con una sola característica que los defina.
Hablando de frikismo, es de aplaudirte que incluyendo escenas de Verano Azul o una canción de Europe, estos detalles queden perfectamente integrados en la historia. ¿Te frenaste a la hora de incluir más referencias similares?
No, utilicé lo que la historia me pedía. Cuando escribía el guión de Acné yo vivía en Madrid y repetían Verano Azul, que yo ya había visto de más joven en Uruguay. Miré muchos capítulos porque me atrapaba lo bien que están tratados los temas tópicos de la adolescencia temprana hasta los 18 años. Me parece una serie fantástica. La incluí porque ese pedacito en que se habla de los besos funcionaba como un pie para que Rafa Bregman y su hermana hablen de los besos y luego de sus padres. Me gusta que Rafa mire esa serie porque trata temas que a él le están pasando, y aparte, me parecía natural incluir televisión en una película de adolescentes.
En cuanto a Europe, ¿qué te puedo decir? Carrie es un clásico, y es lo que se bailaba en esa época.
¿En qué medida te sirvió tu trabajo en 25Watts y Whisky a la hora de rodar tu primera película?
¿En qué medida te sirvió tu trabajo en 25Watts y Whisky a la hora de rodar tu primera película?
Cuando empezamos a trabajar haciendo cortos entre amigos a los 20 años, lo que sin duda nos mantenía unidos creativamente, era la conciencia del "alma" en lo que hacíamos. Esa conciencia se tradujo en 25W y Whisky dirigidas por dos de esos amigos; son películas que quiero y admiro mucho. Dichas películas me ayudaron a confirmar que ese acercamiento al cine era el acertado.
Acné ha tenido un gran recorrido por festivales de todo el mundo, ¿qué experiencia sacas de ello?
Uf, las mejores. Ver la película con público de distintos países es genial. Escuchar la diversidad de comentarios e interpretaciones, todo eso es solamente nutritivo.
Imagino que te habrán comentado la similitud del cartel de tu película con Ken Park de Larry Clark, ¿fue intencionado o casualidad?
Imagino que te habrán comentado la similitud del cartel de tu película con Ken Park de Larry Clark, ¿fue intencionado o casualidad?
Sí, me lo dijeron. Fue de casualidad... ¡Ojalá Acné sea tan vista como Ken Park!
No sé si en Uruguay la película ha salido en dvd. Si es así (para cuando se produzca en el mercado español), ¿qué tipo de extras llevará la edición?
Escenas descartadas (muchas), casting del actor y otras curiosidades.En Uruguay el dvd sale con el corto Bregman, el siguiente (editado con Whisky en España), y en España saldrá quizás con algun otro corto que hice, todavía no lo sé.
¿Cuál es tu próximo proyecto? ¿Qué tipo de película te gustaría hacer?
¿Cuál es tu próximo proyecto? ¿Qué tipo de película te gustaría hacer?
Justamente ahora estoy en la mitad de una película. Mitad literalmente porque he filmado la mitad. Ahora busco dinero para la segunda mitad. Se llama La vida útil y es sobre un hombre de 45 años que trabaja en un cineclub - cinemateca en Montevideo, y de cuando deja de trabajar en ese lugar. El tipo de película que será te lo dejo en tus manos. Espero la puedas ver cuando esté acabada.
miércoles, 18 de febrero de 2009
Aroma a clásico.
Tengo la sensación que a la hora de hablar de Elvis Perkins hay que hacer demasiadas aclaraciones. Matizaciones destinadas a salvar la magia de sus canciones de cualquier favoritismo ajeno a la música. Así parece necesario explicar quienes fueron sus padres y el trágico final que vivieron ambos; la influencia de ambos sucesos en sus letras tristonas y melancólicas; su afán por superar las desgracias familiares y renacer con una guitarra bajo el brazo, la supuesta facilidad con que sus discos han llegado al mercado... Pero todo ello carece de sentido cuando uno se abre de orejas ante sus composiciones.
Si su disco de debut, Ash Wednesday, era como un día soleado que se torna nublado de repente; su nueva grabación, Elvis Perkins in Dearland (que estará en las tiendas en marzo) es un combinado perfecto de épica, tradición, esperanza, decepción, minimalismo, gusto por el detalle,... Un disco que rezuma clasicismo por todos los lados. Clasicismo bien entendido que lo emparenta con el Dylan más despendolado (algo tendrá que ver que Chris Shaw produzca), el Tom Waits más pantanoso, los Byrds más luminosos, los cantantes guapos de los 50 y que saca una cabeza a todos los grupos de americana que salen cada año.
Canciones redondas (es dificilismo quedarse sólo con una) que son potencialmente mejoradas, en algunos casos, con unos hipnotizantes arreglos de vientos (que grandes esos Dearland) que acercan a Perkins al lado más divertido de las brass bands, el ragtime o el jazz callejero, sin que por ello pierda ese perfil de folk-singer que tanto le gusta cultivar.
Si su disco de debut, Ash Wednesday, era como un día soleado que se torna nublado de repente; su nueva grabación, Elvis Perkins in Dearland (que estará en las tiendas en marzo) es un combinado perfecto de épica, tradición, esperanza, decepción, minimalismo, gusto por el detalle,... Un disco que rezuma clasicismo por todos los lados. Clasicismo bien entendido que lo emparenta con el Dylan más despendolado (algo tendrá que ver que Chris Shaw produzca), el Tom Waits más pantanoso, los Byrds más luminosos, los cantantes guapos de los 50 y que saca una cabeza a todos los grupos de americana que salen cada año.
Canciones redondas (es dificilismo quedarse sólo con una) que son potencialmente mejoradas, en algunos casos, con unos hipnotizantes arreglos de vientos (que grandes esos Dearland) que acercan a Perkins al lado más divertido de las brass bands, el ragtime o el jazz callejero, sin que por ello pierda ese perfil de folk-singer que tanto le gusta cultivar.
San Valentín es hoy también.
Si tuviera que hacer una lista con mis 8 grupos españoles favoritos actuales, seguro que estarían Espanto. Sus dos referencias para el maravillosos sello Birra y Perdiz ocupan un lugar privilegiado en mi estantería de cd's. Son exquisitos y caprichosos y por ello soy fan incondicional de ellos.
Este pasado fin de semana, aprovechando la celebración de San Valentín, subieron a la web de su sello una remezcla de su tema "A ver si nos vemos" para descargar por un tiempo limitado. Avisados estáis.
Este pasado fin de semana, aprovechando la celebración de San Valentín, subieron a la web de su sello una remezcla de su tema "A ver si nos vemos" para descargar por un tiempo limitado. Avisados estáis.
sábado, 14 de febrero de 2009
martes, 10 de febrero de 2009
Born to be wild.
Que las series de televisión están de moda es algo irrefutable. Hasta el Rockdelux, de este mes, da rango de tema principal, en su portada, al artículo que incluye sobre Mad Men. No hay, además, semana, que alguna cadena estatal no anuncie que se ha hecho con los servicios de alguna ficción o que esté preparando alguna producción propia. Ayer, sin ir más lejos, Cuatro informó de la compra de, entre otras, Son of anarchy.
Son of anarchy no es una serie amable. Tiene esa querencia por los diálogos atropellados y la violencia exagerada de Quentin Tarantino; el mito de la libertad y el halo machista de películas como Easy Rider o Los Ángeles del Infierno; y la defensa de la familia como un ente grupal al que no se debe traicionar bajo ningún concepto de Los Soprano o Los Hermanos Donnelly. Una serie en la que los malos son malos y los buenos, en el fondo, también.
Son of anarchy consigue algo que aún espero de una serie española. Y es que el espectador empatice con un auténtico hijo de puta. No significa eso que defienda sus acciones o que admita ciertos comportamientos, sino que gracias a un estupendo guión, se ve envuelto en una trama en la que debe tomar partido y lo acaba haciendo a favor de alguien que no está precisamente limpio. En Son of anarchy no se juzga a sus personajes. Y si alguien hace turismo sexual en Tailandia queda reflejado en una línea de diálogo, sin buscar una moralina por un lado ni que haga de eso el perfil del personaje. Sin ni siquiera alardear de estar haciendo algo, supuestamente, irreverente.
Charlie Hunnam (visto antes en la repetitiva Queer as folk) da vida a Jax, uno de los pocos personajes que parece mantener ciertas normas éticas en su comportamiento, pero que se verá arrastrado por los acontecimientos. Jax es hijo de uno de los fundadores de los Son of anarchy e intenta averiguar si el nacimiento del grupo tuvo otros intereses distintos a los que ahora les hace traficar con armas, asesinar a bandas rivales y sacar dinero de cualquier actividad ilegal que se les ponga por delante. El club (como así lo llaman) está dirigido ahora por el mejor amigo de su padre, un tipo sin escrúpulos que responde al nombre de Clay, y al que da vida ese sosías de Lee Marvin, que es Ron Pearlman, cuyo rostro camaleónico se ha podido ver en varias producciones como las dos partes de Hellboy. La madre de Jax y actual pareja de Clay, Gemma, brillantemente interpretada por una férrea Katey Sagal (con un amplio curriculum televisivo) intentará que su hijo no interfiera en la carrera actual de los moteros.
Policías corruptos, palizas sin motivos, chantajes a cambio de sexo, reconstrucciones de crímenes, intentos de asesinatos, bebés drogados y algún destello de humor, son algunas pinceladas que se pueden ir encontrando en esta serie en la que nada parece imposible, porque casi todo tiene un precio. O una amenaza.
Son of anarchy no es una serie amable. Tiene esa querencia por los diálogos atropellados y la violencia exagerada de Quentin Tarantino; el mito de la libertad y el halo machista de películas como Easy Rider o Los Ángeles del Infierno; y la defensa de la familia como un ente grupal al que no se debe traicionar bajo ningún concepto de Los Soprano o Los Hermanos Donnelly. Una serie en la que los malos son malos y los buenos, en el fondo, también.
Son of anarchy consigue algo que aún espero de una serie española. Y es que el espectador empatice con un auténtico hijo de puta. No significa eso que defienda sus acciones o que admita ciertos comportamientos, sino que gracias a un estupendo guión, se ve envuelto en una trama en la que debe tomar partido y lo acaba haciendo a favor de alguien que no está precisamente limpio. En Son of anarchy no se juzga a sus personajes. Y si alguien hace turismo sexual en Tailandia queda reflejado en una línea de diálogo, sin buscar una moralina por un lado ni que haga de eso el perfil del personaje. Sin ni siquiera alardear de estar haciendo algo, supuestamente, irreverente.
Charlie Hunnam (visto antes en la repetitiva Queer as folk) da vida a Jax, uno de los pocos personajes que parece mantener ciertas normas éticas en su comportamiento, pero que se verá arrastrado por los acontecimientos. Jax es hijo de uno de los fundadores de los Son of anarchy e intenta averiguar si el nacimiento del grupo tuvo otros intereses distintos a los que ahora les hace traficar con armas, asesinar a bandas rivales y sacar dinero de cualquier actividad ilegal que se les ponga por delante. El club (como así lo llaman) está dirigido ahora por el mejor amigo de su padre, un tipo sin escrúpulos que responde al nombre de Clay, y al que da vida ese sosías de Lee Marvin, que es Ron Pearlman, cuyo rostro camaleónico se ha podido ver en varias producciones como las dos partes de Hellboy. La madre de Jax y actual pareja de Clay, Gemma, brillantemente interpretada por una férrea Katey Sagal (con un amplio curriculum televisivo) intentará que su hijo no interfiera en la carrera actual de los moteros.
Policías corruptos, palizas sin motivos, chantajes a cambio de sexo, reconstrucciones de crímenes, intentos de asesinatos, bebés drogados y algún destello de humor, son algunas pinceladas que se pueden ir encontrando en esta serie en la que nada parece imposible, porque casi todo tiene un precio. O una amenaza.
lunes, 9 de febrero de 2009
Diez años sin Tip.
Ayer hizo diez años que Luis Sánchez Polack, "Tip", nos dejó para siempre. Resulta curioso que haya gente que se sepa, de memoria, la filmografía y vida y obra de cualquier mequetrefe de la comedia basura de los 70 americana y desconozcan por completo a este gran cómico. Es lo que tenemos los españoles. Y es el peso con el que tuvieron que cargar los comediantes de este país por culpa de la dictadura. La censura de aquellos terribles años mutiló la carrera de muchos artistas, cuyas aptitudes se pueden rastrear en numerosos producto alimenticios de la época. Mala suerte la del cine (y la cultura española). Muerto Franco, desde la izquierda se repudiaba casi cualquier manifestación audiovisual que tuviera que ver con aquellos años grises. Hoy en día, los agravios les vienen de la derecha. Pero allá cada cual con lo que se pierde.
Tip fue un genio. Un genio del absurdo, del surrealismo, del humor de carcajada. Un malabarista del lenguaje. Si él, no hubieran existido Martes y Trece, Faemino y Cansado y ni siquiera los Muchachada Nui.
Primero formó pareja con Pototo y Boliche en un show radiofónico dirigido a los niños. A finales de los 40, conoció a Joaquín Portillo y con él formó Tip y Top, realizando seis programas semanales en Radio Madrid, con títulos tan sugerentes como La vida zaragatera o Fustigaciones anhídricas.
Pero sería en 1967, cuando formó pareja artística con José Luis Coll, como Tip y Coll, cuando conoció la fama. Programas de televisión (uno de ellos censurado por la acomplejada dirección socialista), shows en la sala Top-Less, teatro, radio y más de una quincena de películas, en las que en la mayoría de los casos su presencia era lo único rescatable.
Tip fue un genio. Un genio del absurdo, del surrealismo, del humor de carcajada. Un malabarista del lenguaje. Si él, no hubieran existido Martes y Trece, Faemino y Cansado y ni siquiera los Muchachada Nui.
Primero formó pareja con Pototo y Boliche en un show radiofónico dirigido a los niños. A finales de los 40, conoció a Joaquín Portillo y con él formó Tip y Top, realizando seis programas semanales en Radio Madrid, con títulos tan sugerentes como La vida zaragatera o Fustigaciones anhídricas.
Pero sería en 1967, cuando formó pareja artística con José Luis Coll, como Tip y Coll, cuando conoció la fama. Programas de televisión (uno de ellos censurado por la acomplejada dirección socialista), shows en la sala Top-Less, teatro, radio y más de una quincena de películas, en las que en la mayoría de los casos su presencia era lo único rescatable.
viernes, 6 de febrero de 2009
Reír es sano.
Una de las cosas que más me gustan en esta vida es reír. Y sobre todo, que me hagan reír. Por eso, adoro The it crowd, Cheers, Mi nombre es Earl, a Tip y Coll, Extras, The Office, a Eugenio, Alf, Los Roper, Un hombre en casa, a Faemino y Cansado, Muchachada Nui, Enredo o Búscate la vida. Además soy de los que defiendo que es más difícil hacer comedia que cualquier otra cosa.
Por eso me senté, anoche, a ver la versión española de Saturday Night Live con la esperanza de pasar un estupendo momento. Aún lo sigo esperando. Si dejamos a un lado su prometedor inicio en el ascensor, parte del gag de la mujer que cambia de cara y a la gran Yolanda Ramos haciendo de espía, el resto fue una cadena de "quiero ser gracioso, pero no me sale". No entendí esa querencia por el humor con referentes sexuales. La única explicación posible es que formara con Porky's (película que emitieron a continuación) una programación especial. Si los guionistas creen que por oír a Antonio Resines mencionar la palabra "pene" me voy a reír, mal vamos. Si piensan que eso es atrevido, peor aún. Tampoco entendí esa necesidad de acumular invitados. ¿Qué pintaban allí Núria Roca y Fran Perea? La primera fue a que le chuparan la cara en un sketch tan desagradable como estirado (aunque en esto segundo, el récord se lo llevó lo del concurso japonés de Pepe Viyuela) y el otro a repetir que Resines es su padre. La comedia no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Y también de originalidad. Para adaptar sketches del original, siempre estará aquel.
G de Green, G de Gossip.
Adam Green empezó a ser reconocido como parte de los inclasificables The Moldy Peaches, donde, oculto en una maraña de talento desordenado, se podían vislumbrar cuales serían sus siguientes pasos. Ya firmando sus discos con su propio nombre, Green dio rienda suelta al crooner que llevaba dentro y decidió alegrarnos la vida con canciones llenas de la misma elegancia y personalidad que Bart Davenport o Jens Lekman.
Gossip Girl es una serie (aquí la emite AXN y Cuatro ha adquirido sus derechos) de adolescentes. Sin llegar a la superficialidad de Sensación de Vivir, pero sin alcanzar el plus que tenía, por ejemplo Veronica Mars, se deja ver.
Esta semana los caminos del cantante y la serie se juntaban. Según contaba el propio Adam Green en su myspace, ha participado en un capítulo de la ficción, interpretándose a él mismo. Ojalá abra los ojos y oídos d ela gente y tenga la misma suerte que tuvo, en su día, Jonathan Richman.
Cuando haces pop...
Admiro o envidio, que no lo tengo muy claro, a tres tipos de personas: aquellos que saben tocar un instrumento musical; aquellos que son expertos en alguna materia (y me da igual que sea cine sueco de los 70, que griferia de baños); y aquellos que saben idiomas. También miro con cierto respeto a aquellos que tienen un sello discográfico o una editorial. Con semejante curriculum personal, no es de extrañar que celebre la aparición de la editorial es pop ediciones.
Sus dos primeras referencias son "Los trapos sucios. La autobiografía de Mötley Crue" y "El otro Hollywood. Una historia oral y sin censurar de la historia del cine porno". Detrás de la editorial está Óscar Palmer, con una curtida experiencia y una prolífica (y apasionante) carrera como traductor para, entre otras casas, mi reverenciada Astiberri. En su manifiesto fundacional se definen como "una editorial independiente especializada en ensayos y biografías relacionadas con la cultura popular. Nuestros libros celebran tanto la vida como la obra de una serie de individuos empeñados en no renunciar a la pasión que les mueve". Con semejantes porpósitos, será muy difícil que nos decepcionen. Bienvenidos sean.
Sus dos primeras referencias son "Los trapos sucios. La autobiografía de Mötley Crue" y "El otro Hollywood. Una historia oral y sin censurar de la historia del cine porno". Detrás de la editorial está Óscar Palmer, con una curtida experiencia y una prolífica (y apasionante) carrera como traductor para, entre otras casas, mi reverenciada Astiberri. En su manifiesto fundacional se definen como "una editorial independiente especializada en ensayos y biografías relacionadas con la cultura popular. Nuestros libros celebran tanto la vida como la obra de una serie de individuos empeñados en no renunciar a la pasión que les mueve". Con semejantes porpósitos, será muy difícil que nos decepcionen. Bienvenidos sean.
jueves, 5 de febrero de 2009
Bye bye, baby.
No importa que pasen los años, y vayas descubriendo nuevas propuestas culturales. Aquellas que te marcaron en tu adolescencia, para bien o para mal, te acompañaran siempre. Y además, con cierto halo de mitificación del que es imposible desprenderlos. En mi caso, cuatro grupos forman un poker irrebatible. Son Ramones, The Fleshtones, The Fuzztones y The Cramps. Canciones en cintas o descubiertas en una escucha casual en la radio, bailadas en la intimidad de la habitación, creyendo por un momento que eras uno de ellos y no aquel chico de pelo imposible que llevaba jerseys de cuello alto.
Poco importa que sus carreras no hayan evolucionado. Y que sus temas pudieran casi intercambiarse de álbumes sin que nadie se percatara. Son esos grupos que cuando uno adquiere un nivel adquisitivo que le permite comprar discos, son apartados a un lado. Como si su presencia en algún lugar de la memoria (a modo de ipod intravenoso) anulara la necesidad de tenerlos físicamente. Son esas canciones que te provocan una sonrisa cuando las reconoces en lugares inesperados. Son esas canciones que te recuerdan que una vez tuviste menos de veinte años.
Hoy, por la calle, me he acordado de todo esto cuando he visto un cartel anunciando la próxima visita de The Fuzztones a mi ciudad. Enseguida he pensado en determinadas personas y he sonreído. También me ha llamado la atención la mala calidad de la foto del cartel. He subido a casa, he revisado mi correo y un amigo me informaba en un mail que Lux Interior, el cantante de The Cramps, había muerto. Otra vez he notado que viajaba en el tiempo hacia atrás, y me he visto en mi habitación cuando devoraba cada hoja del Ruta 66 sin conocer aquellos grupos de los que hablaban y me aprendía casi de memoria los pocos discos que podía comprar o conseguir que me dejaran. He vuelto a acordarme de los mismos amigos que hacía unos minutos. Pero esta vez no he sonreído.
No caeré en la sensiblería de hacerles un homenaje en mi casa. Esta tarde no me pondré ningún disco de los Cramps. Bastará con que accioné mi oreja derecha para que Human Fly o su impresionante versión del Surfin' Bird me acompañe por la calle.
miércoles, 4 de febrero de 2009
Entrevista: Lolo Rico.
Lo más cómodo de hablar de Lolo Rico es que no hay que presentarla. Todo el mundo sabe quién es y a qué dedicó su tiempo libre. Ahora, además, es posible conocerla más a fondo. Plaza & Janés ha editado ¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me de cuenta?, unas memorias, sinceras y duras, en las que la creadora de La bola de cristal (glubs, lo dije) relata cómo sufrió los años grises de la postguerra; un matrimonio infernal; su discriminación (laboral y social) por ser mujer; traiciones y puñaladas; y, también, como apuró cada momento de felicidad que le tocó vivir.
Unas memorias, francamente, duras.
También hay momentos en los que hay humor, pero es cierto, es un libro duro. Es verdad que la imagen que doy de mí, a través de las memorias es más seria, diferente de aquella mujer que salía con un patito por la tele, con su pelo de tres colores, y en aquel momento en que todo era muy lúdico.
Sin embargo, a pesar de esa dureza, hay detalles que reivindican tus ganas de salir siempre hacia adelante, como una frase de una carta que te envía Ernesto Sábato, "Tendrán que llevarme a la muerte con el auxilio de la fuerza pública", que tú la conviertes en tu filosofía de vida.
Siempre he sido muy luchadora. No sé si eso es una virtud, pero sí es una ventaja, porque te enfrentas a las cosas con más valentía, pensando que puedes con todo y que todo saldrá bien.
No sé si por querer dar una visión global de tu vida, prescindes de cualquier referencia temporal. Nunca mencionas fechas, años, ... ¿Fue intencionado?
Sí. Yo no quería hacer una historia cronológica que pudiera cansar al lector o a mi misma al escribir. Lo que pretendía es que aquellos años tan importantes de mi vida aparecieran retratados a través de los momentos que yo seleccionara.
¿Cómo surge la idea de escribir estas memorias?
En el 2004, el editor me sugirió que podía escribir unas memorias. Yo había conocido a mucha gente y podían resultar muy interesantes. Así que tomé la decisión de hacerlas. Firmé un contrato por el que me comprometía a entregarlas en el 2005, pero nunca encontraba el momento de ponerme a escribirlas. Fueron unos años muy malos en mi vida. Pasado el tiempo, me vine a vivir a San Sebastián, donde el ritmo de vida es más tranquilo que en Madrid y ví que era el momento ideal para retomar el proyecto.
¿Seguiste algún método de trabajo?
Empecé a trabajarlas en mente. Sin ponerme esquemas. Tomaba algunas notas. Lo pasé muy mal porque todo revivía, y no sabía si iba a tener fuerzas para escribirlas. Finalmente las dicté. Y la única metodología que utilicé fue reflejar todos aquellos hechos que a mí me parecían esenciales y sin los cuales no se iba a entender mi vida, mi historia.
¿Supuso una liberación escribirlas?
Totalmente. Me alivió mucho. Creo que fue como una terapia para mí. Cuando las terminé y llegó el momento de publicarlas, me horrorizaba pensar que estarían expuestas en el escaparate de una librería o en unas manos ajenas. No me apetecía que las leyera nadie. Y ahí me tuvieron que forzar la editorial y algunos amigos, y por fin, las publiqué. Y estoy muy contenta de haberlo hecho.
Ese esfuerzo por redactarlas, ¿tiene algo que ver con la sinceridad que transmiten?. Algunos pasajes de tu matrimonio o las críticas hacia Miguel Delibes o Rosa Montero, con nombres y apellidos, cosa que no se estila mucho en este tipo de libro, descarta que practicaras cualquier tipo de autocensura.
Las escribí sintiéndome libre y queriendo ser libre. Me pareció que tenía que contar las cosas y más que hablar de autocensura, yo diría que hubo, por mi parte, una elección de lo que tenía contar. No he contado mi vida íntegramente, pero sí lo más fundamental. Y respecto a la sinceridad, pensé que o contaba las cosas cómo habían sido o no las contaba. No valía la pena engañarme a mi misma ni engañar a los lectores.
Esa sinceridad te lleva a relatar escenas de tu matrimonio que llegan a resultar escalofriantes. ¿No pensaste, ni siquiera en ese momento, por tus hijos, censurarte?
Pensando en mis hijos hay muchas cosas que no he contado. Y pensando en los demás también. Yo he procurado hablar de otros, pero en lo que han tenido que ver conmigo. No contar cosas que yo supiera de ellos y que podrían resultar llamativas para el lector y que pudieran ayudar a la venta del libro. Quería hacer un libro muy honesto y no perjudicar a nadie. Lo que cuento de Delibes (el escritor era primo de su suegro y rompió cualquier tipo de relación con Lolo Rico cuando ella decidió separarse de su marido y quedarse con los siete hijos que tenían) es que marca con mucha claridad las cosas en aquel momento. Hasta los intelectuales de gran valía como es Miguel, se dejaban llevar por un entorno conservador y convencional, sin haber preguntado siquiera. Y así funcionaba la sociedad de entonces, cuando una mujer quería tomar una decisión por ella misma.
Una de las decisiones que tomas, durante tu matrimonio y con la oposición de tu marido, es trabajar. Casualmente tu casa está situada enfrente de los estudios del Paseo de la Habana de TVE y así empieza una relación laboral que se prolongó muchos años.
Hoy puede parecer absurdo, e incluso ridículo que la proximidad del lugar de trabajo fuera determinante, pero la curiosidad por aquel medio, que yo tenía en el patio de enfrente de mi casa, me animó a enviar mis colaboraciones y así empezó todo.
Sin embargo tu relación con los medios de comunicación se inició muchos antes, cuando con veinte años fuiste portada de algunas revistas.
Hace poco mi hermana me preguntaba porque no había hablado más de ello en el libro. Pero es que me pareció que tenía poca importancia. No me marcó para nada. Yo nunca fui consciente de que era guapa. Lo he sido ahora viendo fotos de entonces. Sí recuerdo una foto de la revista Semana que me encantaría encontrar, pero imagino que será imposible.
Hablando de cosas imposibles, durante todo el libro se nota cierta desilusión por no haber sido directora de cine.
Me hubiera encantado. Creo que hubiera sido capaz de hacer algo y hacerlo bien. Porque si hay algo que sé hacer y que creo que lo hago bien, es el trabajo con la imagen. Me hubiera gustado hacer, al menos, una película. Era mi sueño. Pero si no lo he intentado antes, ahora ya... Tampoco tuve nunca ninguna propuesta. Nadie me dio esa oportunidad. Es una de mis asignaturas pendientes, pero ya suspendida porque se me ha pasado el tiempo.
Sí que te prodigaste en el mundo literario, tanto como escritora como editora (Bruguera). En el libro hablas y trazas, involuntariamente, retratos de García Márquez, Rosa Chacel, Carlos Barral,... Pero hay otras figuras sobre las que pasas de puntillas como es el caso de Gloria Fuertes.
La verdad es que tenía que haber hablado más de ella porque tuvimos una relación muy muy cordial. A mí me gustaba dar fiestas en casa, traer a amigos, ... no hice muchas fiestas, pero sí hice cuatro o cinco importantes. En una de ellas, alguien trajo a Gloria Fuertes. Recuerdo que me leyó la mano. Es algo que no sé si la gente sabe, que a Gloria le gustaba mucho leer las manos. No recuerdo lo que me dijo, pero era tan bondadosa y amable, que seguro que me leyó algo bueno.
Nos veíamos con frecuencia, en su casa o en la mía, con más amigos. Trabajó en La cometa blanca conmigo y creo que alguna vez fue a La bola de cristal. Gloria era muy particular y muy peculiar. Le tomé mucho afecto. No me gustaban sus poemas infantiles, no me entusiasmaban. No es que me parecieran malos, pero no entusiasmaban. Pero, sin embargo, sus poemas de adultos eran realmente buenos.
También hablas poco en el libro de La Cometa Blanca.
Fue un ensayo para La bola de cristal. Yo no creé La cometa blanca. Me llamaron cuando llevaban varios meses y no estaban contentos con el resultado. Me dieron la oportunidad de hacerla a mi manera. Yo llevaba un tiempo pensando que no me convencían los programas infantiles, trataban a los niños de una manera que no me gustaba. Eran aburridos. Quise probar mis ideas y mis teorías y resultó ser un ensayo para La bola de cristal.
La cometa blanca marca el prólogo de La bola de cristal y un sketch sobre los colegios privados supone su epílogo. Resulta curioso que cancelen el programa por un gag, supuestamente atrevido, y lo siguiente que te ofrezcan sea la versión española de los Spitting Images, que era un programa muy irreverente.
Yo creo que no sabían ni lo que era. Nos lo ofrecen por salir del apuro de acabar con La bola de cristal y aceptamos, pero no nos da tiempo a hacer más que los muñecos y una prueba de sonido en la que salía Rocio Jurado cantando una canción. Nos lo censuran sin que sepamos porqué y sale entonces Luis Solana (entonces director general de RTVE) y dice en el Congreso: "Si supieran sus señorías las cosas que había hecho Lolo Rico en el programa sobre los líderes políticos y espirituales...". Y eso fue portada en algún periódico. Y ni siquiera habíamos hecho el programa. Yo creo que se equivocó y vio un capítulo que se emitió aquí de la serie inglesa original y tuvieron miedo de no poderlo controlar todo.
Esa paradoja de requerir tus servicios para un trabajo concreto y luego obstaculizar tu labor, se repite después con otros directores como Ramón Colom (PSOE) y Martínez Durbán (PP).
Sí, pero la realidad es que hubo una gran diferencia entre Colom y Durbán. Durbán nunca me censuró. Me encargó una cosa (tres documentales sobre personajes de ficción, el primero de ellos la protagonista de Historia de una maestra de Josefina Aldecoa) y luego se sorprendió de que fuera tan de izquierdas. Es cierto que hubiera bastado que se hubiera leído el libro porque no hicimos nada que no se reflejara en el libro de Josefina Aldecoa. Pero siempre actuó con caballerosidad, con cordialidad, fue todo lo contrario que Ramón Colom. Con él fue todo negativo. No comprendo porqué y tampoco me he parado a intentar entenderlo porque no me interesa. Me nombró para llevar los programas infantiles y juveniles, un poco cubriéndose las espaldas. Si salía bien y yo sacaba otra Bola de cristal estupendo. Si no salía nada, se cubría las espaldas porque había elegido, se suponía, a la gente mejor preparada. Pero el problema fue que no me dejaron hacer nada.
Una práctica muy habitual por parte de los responsables televisivos de no dejar trabajar a los que saben. Tu caso además es excepcional. Yo, al menos, no conozco otro profesional que no estuviera delante de la pantalla y cuyo nombre todos reconozcan. No es muy habitual que los espectadores sepan el nombre del director de un programa.
Es muy sorprendente. No creía que yo, personalmente, hubiera dejado tan buen recuerdo. Se hizo en Sevilla un seminario monográfico sobre La bola de cristal y cuando entré en la sala de la Universidad de Sevilla y me encontré a un grupo de jóvenes cantando la canción de La bola de cristal y gritando "¡Lolo Rico, Lolo Rico!", creía que estaba soñando. No entendía que yo pudiera generar eso. Hoy en día me sigue asombrando cuando alguien me reconoce por la calle. Me asombra y me gratifica. Y me intimida. Me siento muy tímida, porque creo que no me lo merezco y me piden algo que no les voy a poder dar. Me siento muy responsable, pero no de cara al pasado, sino de cara al futuro. Lo que puedo escribir, lo que puedo hacer... que no les decepcione.
Unas memorias, francamente, duras.
También hay momentos en los que hay humor, pero es cierto, es un libro duro. Es verdad que la imagen que doy de mí, a través de las memorias es más seria, diferente de aquella mujer que salía con un patito por la tele, con su pelo de tres colores, y en aquel momento en que todo era muy lúdico.
Sin embargo, a pesar de esa dureza, hay detalles que reivindican tus ganas de salir siempre hacia adelante, como una frase de una carta que te envía Ernesto Sábato, "Tendrán que llevarme a la muerte con el auxilio de la fuerza pública", que tú la conviertes en tu filosofía de vida.
Siempre he sido muy luchadora. No sé si eso es una virtud, pero sí es una ventaja, porque te enfrentas a las cosas con más valentía, pensando que puedes con todo y que todo saldrá bien.
No sé si por querer dar una visión global de tu vida, prescindes de cualquier referencia temporal. Nunca mencionas fechas, años, ... ¿Fue intencionado?
Sí. Yo no quería hacer una historia cronológica que pudiera cansar al lector o a mi misma al escribir. Lo que pretendía es que aquellos años tan importantes de mi vida aparecieran retratados a través de los momentos que yo seleccionara.
¿Cómo surge la idea de escribir estas memorias?
En el 2004, el editor me sugirió que podía escribir unas memorias. Yo había conocido a mucha gente y podían resultar muy interesantes. Así que tomé la decisión de hacerlas. Firmé un contrato por el que me comprometía a entregarlas en el 2005, pero nunca encontraba el momento de ponerme a escribirlas. Fueron unos años muy malos en mi vida. Pasado el tiempo, me vine a vivir a San Sebastián, donde el ritmo de vida es más tranquilo que en Madrid y ví que era el momento ideal para retomar el proyecto.
¿Seguiste algún método de trabajo?
Empecé a trabajarlas en mente. Sin ponerme esquemas. Tomaba algunas notas. Lo pasé muy mal porque todo revivía, y no sabía si iba a tener fuerzas para escribirlas. Finalmente las dicté. Y la única metodología que utilicé fue reflejar todos aquellos hechos que a mí me parecían esenciales y sin los cuales no se iba a entender mi vida, mi historia.
¿Supuso una liberación escribirlas?
Totalmente. Me alivió mucho. Creo que fue como una terapia para mí. Cuando las terminé y llegó el momento de publicarlas, me horrorizaba pensar que estarían expuestas en el escaparate de una librería o en unas manos ajenas. No me apetecía que las leyera nadie. Y ahí me tuvieron que forzar la editorial y algunos amigos, y por fin, las publiqué. Y estoy muy contenta de haberlo hecho.
Ese esfuerzo por redactarlas, ¿tiene algo que ver con la sinceridad que transmiten?. Algunos pasajes de tu matrimonio o las críticas hacia Miguel Delibes o Rosa Montero, con nombres y apellidos, cosa que no se estila mucho en este tipo de libro, descarta que practicaras cualquier tipo de autocensura.
Las escribí sintiéndome libre y queriendo ser libre. Me pareció que tenía que contar las cosas y más que hablar de autocensura, yo diría que hubo, por mi parte, una elección de lo que tenía contar. No he contado mi vida íntegramente, pero sí lo más fundamental. Y respecto a la sinceridad, pensé que o contaba las cosas cómo habían sido o no las contaba. No valía la pena engañarme a mi misma ni engañar a los lectores.
Esa sinceridad te lleva a relatar escenas de tu matrimonio que llegan a resultar escalofriantes. ¿No pensaste, ni siquiera en ese momento, por tus hijos, censurarte?
Pensando en mis hijos hay muchas cosas que no he contado. Y pensando en los demás también. Yo he procurado hablar de otros, pero en lo que han tenido que ver conmigo. No contar cosas que yo supiera de ellos y que podrían resultar llamativas para el lector y que pudieran ayudar a la venta del libro. Quería hacer un libro muy honesto y no perjudicar a nadie. Lo que cuento de Delibes (el escritor era primo de su suegro y rompió cualquier tipo de relación con Lolo Rico cuando ella decidió separarse de su marido y quedarse con los siete hijos que tenían) es que marca con mucha claridad las cosas en aquel momento. Hasta los intelectuales de gran valía como es Miguel, se dejaban llevar por un entorno conservador y convencional, sin haber preguntado siquiera. Y así funcionaba la sociedad de entonces, cuando una mujer quería tomar una decisión por ella misma.
Una de las decisiones que tomas, durante tu matrimonio y con la oposición de tu marido, es trabajar. Casualmente tu casa está situada enfrente de los estudios del Paseo de la Habana de TVE y así empieza una relación laboral que se prolongó muchos años.
Hoy puede parecer absurdo, e incluso ridículo que la proximidad del lugar de trabajo fuera determinante, pero la curiosidad por aquel medio, que yo tenía en el patio de enfrente de mi casa, me animó a enviar mis colaboraciones y así empezó todo.
Sin embargo tu relación con los medios de comunicación se inició muchos antes, cuando con veinte años fuiste portada de algunas revistas.
Hace poco mi hermana me preguntaba porque no había hablado más de ello en el libro. Pero es que me pareció que tenía poca importancia. No me marcó para nada. Yo nunca fui consciente de que era guapa. Lo he sido ahora viendo fotos de entonces. Sí recuerdo una foto de la revista Semana que me encantaría encontrar, pero imagino que será imposible.
Hablando de cosas imposibles, durante todo el libro se nota cierta desilusión por no haber sido directora de cine.
Me hubiera encantado. Creo que hubiera sido capaz de hacer algo y hacerlo bien. Porque si hay algo que sé hacer y que creo que lo hago bien, es el trabajo con la imagen. Me hubiera gustado hacer, al menos, una película. Era mi sueño. Pero si no lo he intentado antes, ahora ya... Tampoco tuve nunca ninguna propuesta. Nadie me dio esa oportunidad. Es una de mis asignaturas pendientes, pero ya suspendida porque se me ha pasado el tiempo.
Sí que te prodigaste en el mundo literario, tanto como escritora como editora (Bruguera). En el libro hablas y trazas, involuntariamente, retratos de García Márquez, Rosa Chacel, Carlos Barral,... Pero hay otras figuras sobre las que pasas de puntillas como es el caso de Gloria Fuertes.
La verdad es que tenía que haber hablado más de ella porque tuvimos una relación muy muy cordial. A mí me gustaba dar fiestas en casa, traer a amigos, ... no hice muchas fiestas, pero sí hice cuatro o cinco importantes. En una de ellas, alguien trajo a Gloria Fuertes. Recuerdo que me leyó la mano. Es algo que no sé si la gente sabe, que a Gloria le gustaba mucho leer las manos. No recuerdo lo que me dijo, pero era tan bondadosa y amable, que seguro que me leyó algo bueno.
Nos veíamos con frecuencia, en su casa o en la mía, con más amigos. Trabajó en La cometa blanca conmigo y creo que alguna vez fue a La bola de cristal. Gloria era muy particular y muy peculiar. Le tomé mucho afecto. No me gustaban sus poemas infantiles, no me entusiasmaban. No es que me parecieran malos, pero no entusiasmaban. Pero, sin embargo, sus poemas de adultos eran realmente buenos.
También hablas poco en el libro de La Cometa Blanca.
Fue un ensayo para La bola de cristal. Yo no creé La cometa blanca. Me llamaron cuando llevaban varios meses y no estaban contentos con el resultado. Me dieron la oportunidad de hacerla a mi manera. Yo llevaba un tiempo pensando que no me convencían los programas infantiles, trataban a los niños de una manera que no me gustaba. Eran aburridos. Quise probar mis ideas y mis teorías y resultó ser un ensayo para La bola de cristal.
La cometa blanca marca el prólogo de La bola de cristal y un sketch sobre los colegios privados supone su epílogo. Resulta curioso que cancelen el programa por un gag, supuestamente atrevido, y lo siguiente que te ofrezcan sea la versión española de los Spitting Images, que era un programa muy irreverente.
Yo creo que no sabían ni lo que era. Nos lo ofrecen por salir del apuro de acabar con La bola de cristal y aceptamos, pero no nos da tiempo a hacer más que los muñecos y una prueba de sonido en la que salía Rocio Jurado cantando una canción. Nos lo censuran sin que sepamos porqué y sale entonces Luis Solana (entonces director general de RTVE) y dice en el Congreso: "Si supieran sus señorías las cosas que había hecho Lolo Rico en el programa sobre los líderes políticos y espirituales...". Y eso fue portada en algún periódico. Y ni siquiera habíamos hecho el programa. Yo creo que se equivocó y vio un capítulo que se emitió aquí de la serie inglesa original y tuvieron miedo de no poderlo controlar todo.
Esa paradoja de requerir tus servicios para un trabajo concreto y luego obstaculizar tu labor, se repite después con otros directores como Ramón Colom (PSOE) y Martínez Durbán (PP).
Sí, pero la realidad es que hubo una gran diferencia entre Colom y Durbán. Durbán nunca me censuró. Me encargó una cosa (tres documentales sobre personajes de ficción, el primero de ellos la protagonista de Historia de una maestra de Josefina Aldecoa) y luego se sorprendió de que fuera tan de izquierdas. Es cierto que hubiera bastado que se hubiera leído el libro porque no hicimos nada que no se reflejara en el libro de Josefina Aldecoa. Pero siempre actuó con caballerosidad, con cordialidad, fue todo lo contrario que Ramón Colom. Con él fue todo negativo. No comprendo porqué y tampoco me he parado a intentar entenderlo porque no me interesa. Me nombró para llevar los programas infantiles y juveniles, un poco cubriéndose las espaldas. Si salía bien y yo sacaba otra Bola de cristal estupendo. Si no salía nada, se cubría las espaldas porque había elegido, se suponía, a la gente mejor preparada. Pero el problema fue que no me dejaron hacer nada.
Una práctica muy habitual por parte de los responsables televisivos de no dejar trabajar a los que saben. Tu caso además es excepcional. Yo, al menos, no conozco otro profesional que no estuviera delante de la pantalla y cuyo nombre todos reconozcan. No es muy habitual que los espectadores sepan el nombre del director de un programa.
Es muy sorprendente. No creía que yo, personalmente, hubiera dejado tan buen recuerdo. Se hizo en Sevilla un seminario monográfico sobre La bola de cristal y cuando entré en la sala de la Universidad de Sevilla y me encontré a un grupo de jóvenes cantando la canción de La bola de cristal y gritando "¡Lolo Rico, Lolo Rico!", creía que estaba soñando. No entendía que yo pudiera generar eso. Hoy en día me sigue asombrando cuando alguien me reconoce por la calle. Me asombra y me gratifica. Y me intimida. Me siento muy tímida, porque creo que no me lo merezco y me piden algo que no les voy a poder dar. Me siento muy responsable, pero no de cara al pasado, sino de cara al futuro. Lo que puedo escribir, lo que puedo hacer... que no les decepcione.
¿Os suena?
Revista Rambla. nº9. 1983.
Sección "De oido" que firma Diego A. Manrique:
"Muchas caras largas en la industria del disco, y una queja común: NO SE VENDE NADA. Incluso parece que pinchan los lanzamientos fuertes tipo MIGUEL RIOS o (en otro orden) CAMILO SESTO. Es tal la situación que los directivos discográficos no pueden hacer otra cosa que hacerse eco de los editores de Billboard y culpar a las grabaciones caseras o la competencia de los videojuegos. La realidad final es que muchos LPs de prestigiosos grupos internacionales (de esos que suenan en las FMs y que son ensalzados por las revistas especializadas) no llegan a las mil copias".
26 años después siguen los mismos lloros.
La fiesta de la literatura.
Convivo con una curiosa contradicción. No me gusta el vino, pero cuando compro un disco, un libro o un dvd, no los disfruto al instante. Los guardo en una estantería como si quisiera que con el tiempo ganaran en madurez y sabor.
Hace dos navidades compré en la Librería del Círculo de Bellas Artes de Madrid (donde pasé una hora, entre libros y más libros, deliciosa) Alice Adams de Booth Tarkington, editado de manera recoleta por Ediciones del Viento. Como siempre, antes de adquirirlo le sometí a la gran triple prueba. Me gustaba la portada, me enganchó la primera línea y me sedujo el argumento. Cuando regresé a casa, después de esquivar la tentación de leerlo en el tren, lo acaricié un par de veces y lo metí en la "bodega".
Este verano le llegó su turno. No exagero si digo que se ha convertido en uno de mis libros de cabecera. Y culpa de ello lo tiene, sin duda, la traducción realizada por Miguel Ángel Coll Rodríguez. No tengo suficientes conocimientos de inglés para justificar mi afirmación, pero la deliciosa manera en qué está escrita la versión en castellano, la facilidad con la que te ves trasladado a los años en que se desarrolla la historia, la familiaridad con que uno adopta a los personajes, la espléndida resolución de lo que se intuyen elaborados párrafos literarios del autor sin perder ni un ápice de intensidad narrativa, todo ello y más sensaciones que se van descubriendo al paladear Alice Adams, deben anotarse también en el casillero de Coll Rodríguez.
El libro, como digo, está espléndidamente escrito, te maneja hacia donde quiere, te regala momentos de alegría, te inyecta otros más dramáticos, incluye frases para enmarcar que no desentonan en el discurrir de la narración, y, es sobre todo, una explosión imaginativa, una fiesta de la literatura, una lección de cómo se deben contar las historias. El libro perfecto que un profesor de instituto debería recomendar a su alumnado para que se aficione a leer. Y ochenta años después de su escritura sigue absolutamente vigente todo lo que denuncia de manera irónica.
¿Qué es lo que cuenta? La solución en tu librería más cercana.
Hace dos navidades compré en la Librería del Círculo de Bellas Artes de Madrid (donde pasé una hora, entre libros y más libros, deliciosa) Alice Adams de Booth Tarkington, editado de manera recoleta por Ediciones del Viento. Como siempre, antes de adquirirlo le sometí a la gran triple prueba. Me gustaba la portada, me enganchó la primera línea y me sedujo el argumento. Cuando regresé a casa, después de esquivar la tentación de leerlo en el tren, lo acaricié un par de veces y lo metí en la "bodega".
Este verano le llegó su turno. No exagero si digo que se ha convertido en uno de mis libros de cabecera. Y culpa de ello lo tiene, sin duda, la traducción realizada por Miguel Ángel Coll Rodríguez. No tengo suficientes conocimientos de inglés para justificar mi afirmación, pero la deliciosa manera en qué está escrita la versión en castellano, la facilidad con la que te ves trasladado a los años en que se desarrolla la historia, la familiaridad con que uno adopta a los personajes, la espléndida resolución de lo que se intuyen elaborados párrafos literarios del autor sin perder ni un ápice de intensidad narrativa, todo ello y más sensaciones que se van descubriendo al paladear Alice Adams, deben anotarse también en el casillero de Coll Rodríguez.
El libro, como digo, está espléndidamente escrito, te maneja hacia donde quiere, te regala momentos de alegría, te inyecta otros más dramáticos, incluye frases para enmarcar que no desentonan en el discurrir de la narración, y, es sobre todo, una explosión imaginativa, una fiesta de la literatura, una lección de cómo se deben contar las historias. El libro perfecto que un profesor de instituto debería recomendar a su alumnado para que se aficione a leer. Y ochenta años después de su escritura sigue absolutamente vigente todo lo que denuncia de manera irónica.
¿Qué es lo que cuenta? La solución en tu librería más cercana.
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