viernes, 6 de febrero de 2009

Reír es sano.



Una de las cosas que más me gustan en esta vida es reír. Y sobre todo, que me hagan reír. Por eso, adoro The it crowd, Cheers, Mi nombre es Earl, a Tip y Coll, Extras, The Office, a Eugenio, Alf, Los Roper, Un hombre en casa, a Faemino y Cansado, Muchachada Nui, Enredo o Búscate la vida. Además soy de los que defiendo que es más difícil hacer comedia que cualquier otra cosa.

Por eso me senté, anoche, a ver la versión española de Saturday Night Live con la esperanza de pasar un estupendo momento. Aún lo sigo esperando. Si dejamos a un lado su prometedor inicio en el ascensor, parte del gag de la mujer que cambia de cara y a la gran Yolanda Ramos haciendo de espía, el resto fue una cadena de "quiero ser gracioso, pero no me sale". No entendí esa querencia por el humor con referentes sexuales. La única explicación posible es que formara con Porky's (película que emitieron a continuación) una programación especial. Si los guionistas creen que por oír a Antonio Resines mencionar la palabra "pene" me voy a reír, mal vamos. Si piensan que eso es atrevido, peor aún. Tampoco entendí esa necesidad de acumular invitados. ¿Qué pintaban allí Núria Roca y Fran Perea? La primera fue a que le chuparan la cara en un sketch tan desagradable como estirado (aunque en esto segundo, el récord se lo llevó lo del concurso japonés de Pepe Viyuela) y el otro a repetir que Resines es su padre. La comedia no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Y también de originalidad. Para adaptar sketches del original, siempre estará aquel.

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