Recuerdo de mis años de estudiante la impotencia que me provocaba contemplar que en las asignaturas de Historia y Literatura nunca llegaba al siglo XX. No sé si por culpa de un programa excesivo o de unos profesores que se sentían más cómodos cuanto más lejana fuera la época a tratar. Por eso mis conocimientos de esos años responde más a una labor de autoeducación que a otra cosa. Eso se traduce en lagunas y desorden, pero también en descubrimientos que de otra forma no hubiera hecho. Cuento todo esto porque me pregunto si en caso de que en aquellas ya lejanas clases se me hubiera impartido la literatura que se creó en España en el siglo pasado, hubiera tenido lugar hablar de la obra de Antonio de Hoyos y Vinent. Ajeno a generaciones, pero con cierto nivel de ventas; de familia noble pero actitudes, digamos transgresoras; y con querencia por retratar lo más sórdido y decadente del género humano (especialmente si éste pertenecía a las clases altas); dudo que sus libros hubieran ocupado poco más de dos líneas al final de un tema cualquiera. Eso me reconcilia con aquellos años de pupitre y libretas. Porque hubiera sido injusto el olvido.
Pepitas de Calabaza edita (con un estupendo prólogo de Julio Monteverde sobre el que volveré dentro de unos días) "El monstruo" de Antonio Hoyos y Vinent. Publicada, por primera vez, en 1915, narra un descenso a los infiernos del vicio y el placer desaforado de la mano de Helena Fiorenzio y su camarilla. Explícita en descripciones y detalles, seduce por lo moderna que puede resultar su propuesta. Leyendo cualquier párrafo, no puedo más que sentir lástima por todos aquellos artistas que, hoy en día, buscan en la provocación el leit motiv de su discurso y olvidan dotar de contenido su trabajo. Bien les vendría leer este libro en el que lo más grotesco, lo más desagradable, lo más lúgubre aparece con tal sencillez que lejos de escandalizar, es asumido como parte de la narración.
Hoyos y Vinent (cuya vida pide a gritos una biografía) huye de proclamas moralistas. Se limita a contarnos la manera de actuar de unos personajes sin entrar a valorar si el destino que les espera es fruto de su vida licenciosa. Y todo ello, lo hace sin ahorrarnos experiencia o sensación alguna. Sabiendo el terreno que pisa. Y lo más importante, sabiéndolo contar sin dejarse caer en efectismos. Es el decadentismo en su máxima potencia. La prolongación de la vida de un literato en el papel.
En contra de lo que he podido leer en alguna reseña, no creo que el lenguaje utilizado por Hoyos y Vinent haya quedado anticuado. Todo lo contrario. Luce una cultura amplia y un léxico rico en el que se recrea y recrea al lector. La lectura del libro supone un doble ejercicio placentero. Por un lado, adentrarse en la desenfrenada existencia de sus protagonistas y por otro, ir apuntando en un bloc un suculento grupo de palabras a las que posteriormente el diccionario les dará vida. Me fascina la destreza con que el escritor despliega adjetivos y amontona vocablos. Consigue que, en algunos pasajes, se desee que la frase no termine y se eternice con tal exhibición.
No deja de resultar paradójico que mientras leía "El monstruo" tuviera presente a la protagonista de "Helena o el mar del verano" de Julián Ayesta. No pueden ser dos "Helenas" más diferentes, ni dos historias más alejadas, pero tal vez la necesidad de reivindicar a dos escritores hoy olvidados impulsaba esa extraña relación en mi cabeza. De hecho, he decidido, rompiendo una ordenación alfabética, que al menos durante un tiempo, ambos libros descansen juntos en la estantería.
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