Tengo ganas de ver Celda 211, la nueva película de Daniel Monzón. He de reconocer que no soy imparcial y que el director me tiene ganado. Me gusta su forma de entender el cine. Esa pasión que le lleva cual saltimbanqui a pasar de un género a otro sin ningún tipo de complejo. No importa que El corazón del guerrero (1999) me resultara aburrida; que me divirtiera como un enano con El robo más grande jamás contado (2002); o que La caja Novak (2007) fuera tan irregular como fascinante por momentos. Monzón sabe contagiar a sus cintas de su amor por el séptimo arte y eso como espectador se nota. Y se agradece.
Celda 211 también me tiene ganado porque soy fan fatal de las películas carcelarias. Imagino que algo tiene que ver que cuando el vhs llegó a mi casa, La fuga de Alcatraz, Brubaker y McVicar (Roger Daltrey mediante) fueran de las primeras cintas alquiladas. O que cada cierto tiempo, revise películas que me encantan, como ocurrió este fin de semana con Sin remisión (John Cromwell, 1950), un estupendo film con una incontestable Eleanor Parker (su interpretación debería ser asignatura obligatoria en las escuelas de actores para que aprendieran como puede virar y mutar un personaje sin histrionismos ni caricaturas, sólo dejándose llevar por la trama narrativa) y una expresiva y deliciosa fotografía en blanco y negro a cargo de Carl E. Guthrie. Caged (que es su título original) cuenta el encarcelamiento de una mujer inocente y cómo se va transformando a medida que entra en contacto con otras reclusas. Un argumento que sirve de excusa al director para denunciar la situación de las penitenciarias y los abusos que allí se cometen. Una película tan dura como fascinante.
Sin embargo, dudo que Monzón la haya tomado como referencia a la hora de rodar Celda 211. Más bien, tendría en mente la ya mencionada Brubaker o la primera y tercera temporada de Prison Break. La película, que cuenta con Luis Tosar, Carlos Bardem, Antonio Resines y Marta Etura, entre otros, en el reparto, está basada en una novela de Francisco Pérez Gandul (editada por Lengua de Trapo) y cuenta la historia de un joven funcionario de prisiones que se ve sorprendido por un motín en la cárcel y deberá hacerse pasar por un preso más para sobrevivir.
Promete, pues, una buena dosis de adrenalina.
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