lunes, 23 de febrero de 2009

Tutti frutti.

Descubrí a Little Richard siendo un mocoso gracias a una destartalada colección de discos de mis hermanos mayores. Aquellos vinilos me caían antipáticos porque no tenían funda ni ninguna información (al margen de grupos y canciones) sobre lo que contenía. Creo que eran ejemplares sueltos de La Gran Enciclopedia del Rock de Salvat. Pero todos mis prejuicios se esfumaban cuando en el pequeño tocadiscos naranja de mi hermana (en el que ella pinchaba maxis de estribillos contagiosos) los hacía girar. Así, conocí a Sam Cooke, Buddy Holly, Carl Perkins, The Platters, Paul Anka, Fats Domino, Jerry Lee Lewis,... en un aprendizaje tan desordenado y fragmentado como el que ofrece ahora internet.

De todos ellos, me fascinó Little Richard. Su música, su historia que fui conociendo a retazos, su look, ... Siempre he pensado que él fue el precursor del glam. Y siendo negro, eso tenía doble mérito. Sin embargo, su figura ha sido muy pocas veces reivindicada. Sobre todo, su lado artístico. La mayoría de las veces que surge su nombre, en algún reportaje, es para exponer mil y una anécdotas sobre sus escándalos, encima y fuera de los escenarios. Pero de sus aptitudes vocales, rítmicas y de su labor de showman, poco se cuenta.

Ahora ese vacío (da vértigo imaginar cuantos nos quedan por cubrir) desaparece gracias a la primera referencia editorial del sello Penniman Records, Oooh My Soul!!! La Explosiva Historia de Little Richard firmada por Charles White. Una estupenda manera de adentrarse en su convulsa vida personal, pero sin dejar a un lado su legado artístico.

Otro más para la lista de espera.

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