jueves, 24 de diciembre de 2009

De el arte de las portadas de los libros y de la nueva entrega de Aravind Adiga.


Aunque me estoy quitando, soy comprador compulsivo de discos. Eso significa que, a veces, he adquirido álbumes  de los que no tenía ni la más remota idea de su contenido, sólo por su portada. Yo hago mío aquello de "una imagen vale más que mil palabras", sobre todo si ello significa aumentar el número de artefactos sonoros que guardo en casa.

Con los libros nunca me había pasado, hasta que hace unos meses, matando una excesiva puntualidad por mi parte, entré en la Casa del Libro (lo que ha perdido la de Valencia desde que quitaron su acogedora cafetería) y mientras pasaba la palma de mi mano sobre las cubiertas de los volúmenes expuestos (una práctica que me encanta), mis ojos se detuvieron en un ejemplar de "Tigre blanco" de Aravind Adiga (Miscelánea). Lo cogí, lo (h)ojeé, lo olí (creo que estoy desvelando demasiadas interioridades) y sin leer el argumento, lo compré. Era jueves por la tarde y sus poco más de 300 páginas no me llegaron al fin de semana. La visión despiadada de la India de hoy en día, lejos de Bollywood y las postales turísticas, me cautivó. El libro ganó el prestigioso Premio Booker 2008 y dejó grabado en mi subconsciente que también podía comprar libros guiándome por su portada. Por suerte para mi economía, no me he prodigado en ello.

Aravind Adiga volverá a nuestras librerías el próximo mes de febrero, de nuevo, de la mano de Miscelánea. Por ahora sólo se puede adelantar el título: "El faro de los libros".

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